Rendido a sus pies, el lago Aluminé regala un romance en fuga con los picos de los Andes. Un bosque de pehuén y coihues, celoso y gozoso; desde hace siglos oficia de voyeur de imposible pasión, ignorando que es en su húmedo, fresco y frondoso vientre, donde un réquiem de cenizas sublima otra historia de amor.
En el límite exacto donde el bosque se convierte en precipicio, en el tronco más hermoso y viejo de la arboleda, exploradores casuales hallaron una placa. En su superficie, un manojo de líneas escriben el réquiem más hermoso que un bosque de coihues jamás haya oído.
Adri: tu paso por esta vida fue rasante como el vuelo de los pájaros.
Fuiste intensa, combativa, hábil, libre de pensamiento y alma.
Hoy decidiste viajar a otros mundos; dejándonos valijas de recuerdos.
Tus cenizas volarán por estos bosques como símbolo de tu libertad y espacio de encuentros.
Hasta siempre. 11/01/2015.”
En Villa Pehuenia se sabe que hubo otros amores viudos que eligieron a la Villa para esparcir cenizas; que en la unión entre lagos llamada La Angostura se levanta un monolito que recuerda la muerte de tres gendarmes; pero de Adriana, de su vida, de su partida y de su amado/a anónimo, nada.
Lo que si se piensa bien, la convierte en una hermosa oportunidad literaria; que sospechamos a Adriana y a su libertad de pensamiento, tanto le hubieran gustado convertirse.
Ph: Cristian Duarte