Geraldine Schroeder. Y la jitanjáfora de su nombre. Y la estela hilvanada de su sombra de filigrana. Y la rocinante ladera Munda. Y su taller sobre un camino de chacras de Plottier. Conducen hacia la pregunta por la poética de los molinos de su existencia, que tanto parece fugada de su propia obra de tinta negra.
Geraldine Schroeder.
Y la jitanjáfora de su nombre. Y la estela hilvanada de su sombra de filigrana. Y la rocinante ladera Munda. Y su taller sobre un camino de chacras de Plottier. Y sus libros subrayados abiertos sobre la mesa esperando en la prensa. Confunden. Hipnotizan. Conducen hacia la pregunta por la poética de su existencia, que tanto parece fugada de su propia obra de tinta negra.
¿Y será tal vez que así será? ¿Será que llegará el día que se descubra el libro del que escapó su historia de artista plástica?
¿Será que será esta crónica ese día?
Por camino de chacra llega a su taller, a veces de mañana, a veces de tarde, con su cuaderno de anotaciones de poetas y fragmentos. Mientras suena Nick Drake y Alexis Murdoch, pone tres leños en la estufa, abre las cortinas y calienta el agua para el café.
Pongo sobre la mesa los papeles, las herramientas, los textos….corto con la mano los papeles que utilizaré, no uso tijera, amo los bordes irregulares. La frase irá junto a la imagen del rostro de la poeta, y aquí empieza otro juego, el de componer. ¿Dónde ubico la frase? ¿Dónde la imagen? ¿Qué sugieren las palabras que aparecerán? ¿Qué retazo? ¿De qué papel? ¿El de un libro viejo, amarillento, con los bordes oscurecidos, con esa fragilidad de las hojas que al sólo doblarlas ya se cortan? ¿El papel de moldes que sugiere diferentes travesías y recorridos?
Actualmente Geraldine trabaja en la serie “Mujeres poetas”, una colección de estampas en pequeño formato y grandes cuadros sobre madera; que posa su mirada sobre la obra de poetisas y en la curaduría de la selección de sus versos.
Mis manos manchadas y la mujer poeta que me mira. Que mirará a quien vea esa estampa. Que mira y habla. Ajmátova, Tsvietáieva, Merini, Zsymborska, Dickinson, Maillard, son sólo algunas de la serie “Mujeres Poetas”, cada una con su estilo, con sus sentires, con su forma de transmitir con palabras un gesto, una sensación, una idea, una denuncia, un pensamiento o sentimiento. Me gustan las frases que abren sentidos, que pueden ser para cualquiera, que al leerlas no van dirigidas a una persona o un tiempo en particular, que a cualquiera le pueda resonar, hacerla sonreír, querer compartirla.
Hay algo en los materiales, los papeles, los colores y supongo que en las palabras también, que me atrae, y es el paso del tiempo, sentir que ese papel, esa palabra, ese color tienen tiempo, huellas de ese tiempo, que fue olvidado bajo la lluvia y luego secado al sol, expuesto a la intemperie…hay algo ahí que me enamora. La prensa de grabado, fiel compañera, me ayuda a transferir la composición al papel. Ubico las palabras y la imagen, sumerjo un retazo de tela en el líquido que utilizo para transferir y lo froto sobre la imagen.
No busca la perfección en esa transferencia. Disfruta que una parte no salga totalmente nítida, que el borde y los límites no sean exactos, firmes, rectos, que no sean límites precisos. Bajo el fieltro de la platina de la prensa y hago girar el rodillo, como quién maniobra un timón en aguas tranquilas pero con atención y curiosidad porque el viento puede cambiar de un momento a otro. Levanto el fieltro, y doy vuelta el papel. Este momento es de descubrimiento, aquí me siento niña, está la sorpresa, lo no controlado, el asombro. El Juego.
Geraldine por Geraldine
En la excepcionalidad de este tiempo, en este tiempo excepcional, donde se caen los velos, donde nos falta el abrazo, donde los gestos humanos - los bellos y los otros - se potencian, donde la generosidad y la mezquindad se ven en partes iguales, donde no para todos su casa es su refugio... Libros subrayados, abiertos sobre la mesa, esperando en la prensa, al lado de la cama, adentro del placard, al lado de papeles, de sellos, de tintas, de chapas, de estampas, de fotografías, de obras. He vuelto a desvelarme pensando ideas y cómo materializarlas, he vuelto a experimentar, a investigar, a jugar, a compartir, a amar. Entonces siento que el arte es amor. Vuelvo a creer en la magia, en la velocidad de los deseos, en el compartir de los gestos inesperados, en la materialización de los proyectos, en la lectura y en el arte como viaje y refugio.