La llaman Baldanders y está hecha de cambiar. “Hamaca a pasto, pozo, astilla abanico, campana, silbido, papelito, nido, paraguas, lombriz…” y en nuestro afán por asirla, nos volvemos “impulso, escoba, tierra, hacha, sombra, oración, oreja, chocolate, pichón, llovizna, túnel…” (*)
Y sin embargo, ella vuelve a cambiar.
Cambia ella, y todo lo que no siendo, luego de ella, termina siendo.
Creemos haberla visto en medio de la plaza arrepollándose con movimientos de bailarina clásica imitando las formas de una flor. ¿O simplemente la imaginamos después de la “Baldanders” de Iris Rivera de quien tomara su nombre?
Lo cierto es que llamándose Laura Cichello, la llaman Baldanders y algo de ella (Ella) nos trajo hasta su ella (obra) y su eterno cambiar.
La escuela de donde yo vengo está hecha de papeles.
La casa de donde yo vengo está hecha de papeles.
La vida que yo tengo está hecha de papeles.
Envuelven el azúcar en terrones, se doblan, abrazan libros, suenan, crujen, se queman, olvidan, recuerdan...vuelan.
Los papeles se volvieron una presencia constante en mi vida.
En mi casa todo estaba envuelto en papelitos, cual guardianes de tesoros.
Poemas en papeles, dibujos en papeles, garabatos, recuerdos...y los cuadernos...ahhh... los cuadernos.
Baldanders crea cuadernos-objetos que nos precipitan al precipicio de la hoja en blanco. Al vértigo de pensarnos y hacer-nos partiendo de la nada blanca misma. Un algo que no es nosotrxs pero que nace de nosotrxs; como la bestia mítica de la que también Laura es heredera.
Los papeles se fueron moviendo de casa en casa y algunos se fueron quedando en los caminos...
Los cuadernos vienen conmigo.
Ellos me escuchan y yo les hablo, le cuento historias de fundación y fundamento.
Se transforman en grandes guardianes de historias escritas en otros papeles.
Bibliotecas de cuadernos.
Cuadernos de hijos, de padres, de abuelos de amigos.
Cuadernos de dibujos, de collage, de pensamientos, de poemas. Rayados, lisos, de colores...llenos de semillas encontradas en los viajes, de texturas para acariciar, de hilos para cerrar historias, de ventanas abiertas, donde se vuelan aquellos que tienen un poco de tiempo y un poco de interés en la contemplación desinteresada de la vida...donde se suspenden por un momento los resortes de nuestra voluntad inquieta, para dar cabida a la serenidad en esa contemplación y dejar entrar un poco de aire fresco…
Y continua: Y así renace Baldanders, la que da vida a esos cuadernos, la que no permanece, la que juega y cambia. Baldanders es mi casa...Baldanders soy yo...Baldanders es mi taller.
Baldanders son los cuadernos que escribí y los que escribo.
Baldanders son los cuadernos que hago para que otros los llenen con sus propios decires, con sus propias miradas, con sus propias palabras.
Quiso esta prosa andariega seguir la sombra de lombriz del hilo rojo que nos conduzco hasta su obra; intentar -por si acaso es esto posible- presenciar el instante en el que todo se detuvo en una foto. Con ella interrumpida entre maullido y queso.(*)
A él se le cristalizaron los círculos del vuelo
se le hicieron de vidrio.
Ya que ella goteaba como agua
él, como vaso, la iba a recibir.
Pero ella se fue poniendo espesa
y fue cambiando de color.
- Me dicen Baldanders.
Él no alcanzaba a contenerla
por eso fue dejando de ser vaso
y quiso zambullirse en los colores de ella.
Pero ella no permaneció.
- Me dicen Baldanders.