El Quechua es una lengua templada al calor de la filosofía andina del ayni en la que las ideas de la cooperación, reciprocidad y solidaridad funcionan como pilares. El idioma está enfocado en el prójimo, en tender puentes hacia los otros/lo otro. Cada palabra tiene un trasfondo espiritual que nos habla de otra visión de la vida. Y es en ese sentido que el dato epistemológico que en su lengua no exista la palabra adiós, cobra dimensión poética
Como explica el especialista Casimiro Huanca de la Universidad Indígena, Unibol Quechua el uso de la palabra adiós como despedida es un término que para la cosmogonía quechua resulta terminante y poco vincular. Si una persona dice adiós a otra, está dando por terminado un encuentro y no demuestra interés en un reencuentro. El adiós implica la certeza de que ya no habrá nuevos holas. Por consiguiente la palabra en quechua no existe.
La expresión que utilizan para marcar la pausa de un encuentro es “Tinkunakama” (hasta que nos volvamos a ver), vocablo que refleja el deseo de un futuro reencuentro. “Tinkunakama” es la promesa de un nuevo hola. Es continuación, es extensión de la comunicación sin avisorar un final definitivo.
Todas las palabras de despedida en Quechua implican un "volverse a encontrar". Así es como encontramos las expresiones: Tupananchiskama (Hasta volvernos a encontrar); Huk punchaw rikurisun (Nos vemos otro día) Huk punchaw tuparisun (Nos encontramos otro día) Rikunakusun (Nos volveremos a ver) Kutin tuparisun (Nuevamente nos encontraremos). Y tal vez la frase más profunda de todas: Kawsayta hamuy rikurisun (Nos vemos en la próxima vida).
Inspirado por este fabuloso diccionario ancestral, el artista Juan Yebara toma los adioses quechua y crea la más hermosa poética visual.